lunes, 26 de abril de 2010

ENTREVISTA A UNA LECTORA DE COMO AGUA PARA CHOCOLATE

COMO AGUA PARA CHOCOLATE
Hoy nos ha visitado en la hora de Lengua ,María, profesora de inglés, para comentar una de las lecturas obligatorias de 4º ESO: Como agua para chocolate.
He aquí algunos fragmentos de la entrevista que han preparado alumnos de 4º ESO A.
Esperamos que disfrutéis tanto como nosotros.
Agradecemos a María su visita y colaboración. ¡Gracias por hacernos pasar un rato tan agradable!










16 comentarios:

  1. Poema Juventud, de Vicente Aleixandre

    Estancia soleada:
    ¿Adónde vas, mirada?
    A estas paredes blancas,
    clausura de esperanza.

    Paredes, techo, suelo:
    gajo prieto de tiempo.
    Cerrado en él, mi cuerpo.
    Mi cuerpo, vida, esbelto.

    Se le caerán un día
    límites. ¡Qué divina
    desnudez! Peregrina
    luz. ¡Alegría, alegría!

    Pero estarán cerrados
    los ojos. Derribados
    paredones. Al raso,
    luceros clausurados

    Carmen Carrasco Rivera

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  2. Ángel Calderón Quintero.
    No soy capaz de ponerlo en el otro blog,así que lo dejo aquí.

    El Ciprés De Silos

    Enhiesto surtidor de sombra y sueño
    que acongojas el cielo con tu lanza.
    Chorro que a las estrellas casi alcanza
    devanado a sí mismo en loco empeño.

    Mástil de soledad, prodigio isleño,
    flecha de fe, saeta de esperanza.
    Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
    peregrina al azar, mi alma sin dueño.

    Cuando te vi señero, dulce, firme,
    qué ansiedades sentí de diluirme
    y ascender como tú, vuelto en cristales,

    como tú, negra torre de arduos filos,
    ejemplo de delirios verticales,
    mudo ciprés en el fervor de Silos.

    Gerardo Diego, Antología de sus versos

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  3. Mónica Marín Robayo.

    (Pequeño fragmento de la obra)

    ¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres! Tus ojos son palomas, y perdóname que insista, Mario, que a lo mejor me pongo inclusive pesada, pero no es una bagatela eso, que para mí, la declaración de amor, fundamental, imprescindible, fíjate, por más que tú vengas con que son tonterías. Pues no lo son, no son tonterías, ya ves tú, que, te pones a ver, y el noviazgo es el paso más importante en la vida de un hombre y de una mujer, que no es hablar por hablar, y, lógicamente, ese paso debe de ser solemne, e, inclusive, si me apuras, ajustado a unas palabras rituales, acuérdate de lo que decía la pobre mamá, que en paz descanse. Por eso, por mucho que él la defienda, y por voces que dé, no me seduce la fórmula de Armando de salir cuatro tardes juntos y retenerle un buen rato la mano para considerarse comprometidos. Eso será un compromiso tácito si quieres, pero si me preguntaran a mí, no me mordería la lengua, te lo aseguro, que yo me mantendría en mis trece, Esther y Armando se han casado prácticamente sin ser novios antes, de golpe y porrazo, tal como suena, cosa que, bien mirado, ni moral me parece. Es lo mismo que si un hombre pretendiera ser marido de una mujer por ponerle la mano encima, equilicual, que el matrimonio será un Sacramento y todo lo que tú quieras, pero el noviazgo, cariño, es la puerta de ese Sacramento, que no es una nadería, y hay también que formalizarlo, que ya sé que fórmulas hay muchísimas, montones, qué me vas a decir a mí, desde el ?te quiero? al ?me gustaría que fueses la madre de mis hijos? con todo lo cursi que sea, figúrate, de sorche y de criada, pero, a pesar de todo es una fórmula, y, como tal, me vale.

    Miguel Delibes, Cinco horas con Mario

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  4. Ana Reyes Mulero.

    (Un fragmento de la obra)

    -¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!
    Que si matarte pudiera,
    te pondría una mortaja
    con los filos de violetas.
    ¡Ay, qué lamento, qué fuego
    me sube por la cabeza!

    -¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
    Porque yo quise olvidar
    y puse un muro de piedra
    entre tu casa y la mía.
    Es verdad. ¿No lo recuerdas?
    Y cuando te vi de lejos
    me eché en los ojos arena.
    Pero montaba a caballo
    y el caballo iba a tu puerta.
    Con alfileres de plata
    mi sangre se puso negra,
    y el sueño me fue llenando
    las carnes de mala hierba.
    Que yo no tengo la culpa,
    que la culpa es de la tierra
    y de ese olor que te sale
    de los pechos y las trenzas.

    -¡Ay qué sinrazón! No quiero
    contigo cama ni cena,
    y no hay minuto del día
    que estar contigo no quiera,
    porque me arrastras y voy,
    y me dices que me vuelva
    y te sigo por el aire
    como una brizna de hierba.
    He dejado a un hombre duro
    ya toda su descendencia
    en la mitad de la boda
    y con la corona puesta.
    Para ti será el castigo
    y no quiero que lo sea.
    ¡Déjame sola! ¡Huye tú!
    No hay nadie que te defienda.

    -Pájaros de la mañana
    por los árboles se quiebran.
    La noche se está muriendo
    en el filo de la piedra.
    Vamos al rincón oscuro,
    donde yo siempre te quiera,
    que no me importa la gente,
    ni el veneno que nos echa.

    -Y yo dormiré a tus pies
    para guardar lo que sueñas.
    Desnuda, mirando al campo,
    como si fuera una perra,
    ¡porque eso soy! Que te miro
    y tu hermosura me quema.

    -Se abrasa lumbre con lumbre.
    La misma llama pequeña
    mata dos espigas juntas.
    ¡Vamos!

    -¿ Adónde me llevas ?

    -A donde no puedan ir
    estos hombres que nos cercan.
    ¡Donde yo pueda mirarte!

    -Llévame de feria en feria,
    dolor de mujer honrada,
    a que las gentes me vean
    con las sábanas de boda
    al aire como banderas.

    -También yo quiero dejarte
    si pienso como se piensa.
    pero voy donde tú vas.
    Tú también. Da un paso. Prueba.
    clavos de luna nos funden
    mi cintura y tus caderas.

    Federico García Lorca, Bodas de Sangre

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  5. Ana Reyes Mulero.

    (Un fragmento de la obra)

    -¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!
    Que si matarte pudiera,
    te pondría una mortaja
    con los filos de violetas.
    ¡Ay, qué lamento, qué fuego
    me sube por la cabeza!

    -¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
    Porque yo quise olvidar
    y puse un muro de piedra
    entre tu casa y la mía.
    Es verdad. ¿No lo recuerdas?
    Y cuando te vi de lejos
    me eché en los ojos arena.
    Pero montaba a caballo
    y el caballo iba a tu puerta.
    Con alfileres de plata
    mi sangre se puso negra,
    y el sueño me fue llenando
    las carnes de mala hierba.
    Que yo no tengo la culpa,
    que la culpa es de la tierra
    y de ese olor que te sale
    de los pechos y las trenzas.

    -¡Ay qué sinrazón! No quiero
    contigo cama ni cena,
    y no hay minuto del día
    que estar contigo no quiera,
    porque me arrastras y voy,
    y me dices que me vuelva
    y te sigo por el aire
    como una brizna de hierba.
    He dejado a un hombre duro
    ya toda su descendencia
    en la mitad de la boda
    y con la corona puesta.
    Para ti será el castigo
    y no quiero que lo sea.
    ¡Déjame sola! ¡Huye tú!
    No hay nadie que te defienda.

    -Pájaros de la mañana
    por los árboles se quiebran.
    La noche se está muriendo
    en el filo de la piedra.
    Vamos al rincón oscuro,
    donde yo siempre te quiera,
    que no me importa la gente,
    ni el veneno que nos echa.

    -Y yo dormiré a tus pies
    para guardar lo que sueñas.
    Desnuda, mirando al campo,
    como si fuera una perra,
    ¡porque eso soy! Que te miro
    y tu hermosura me quema.

    -Se abrasa lumbre con lumbre.
    La misma llama pequeña
    mata dos espigas juntas.
    ¡Vamos!

    -¿ Adónde me llevas ?

    -A donde no puedan ir
    estos hombres que nos cercan.
    ¡Donde yo pueda mirarte!

    -Llévame de feria en feria,
    dolor de mujer honrada,
    a que las gentes me vean
    con las sábanas de boda
    al aire como banderas.

    -También yo quiero dejarte
    si pienso como se piensa.
    pero voy donde tú vas.
    Tú también. Da un paso. Prueba.
    clavos de luna nos funden
    mi cintura y tus caderas.

    Federico García Lorca, Bodas de Sangre

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  6. LARA BAÑOS MUÑOZ

    ELEGÍA DEL NIÑO MARINERO:

    Marinerito delgado,
    Luis Gonzaga de la mar,
    ¡qué fresco era tu pescado,
    acabado de pescar!


    Te fuiste, marinerito,
    en una noche lunada,
    ¡tan alegre, tan bonito,
    cantando, a la mar salada!


    ¡Qué humilde estaba la mar!
    ¡Él cómo la gobernaba!
    Tan dulce era su cantar,
    que el aire se enajenaba.


    Cinco delfines remeros
    su barca le cortejaban.
    Dos ángeles marineros,
    invisibles, le guiaban.


    Tendió las redes, ¡qué pena!,
    por sobre la mar helada.
    Y pescó la luna llena,
    sola, en su red plateada.


    ¡Qué negra quedó la mar!
    ¡La noche, qué desolada!
    Derribado su cantar,
    la barca fue derribada.


    Flotadora va en el viento
    la sonrisa amortajada
    de su rostro. ¡Qué lamento
    el de la noche cerrada!


    ¡Ay mi niño marinero,
    tan morenito y galán,
    tan guapo y tan pinturero,
    más puro y bueno que el pan!


    ¿Qué harás, pescador de oro,
    allá en los valles salados
    del mar? ¿Hallaste el tesoro
    secreto de los pescados?


    Deja, niño, el salinar
    del fondo, y súbeme el cielo
    de los peces y, en tu anzuelo,
    mi hortelanita del mar

    RAFAEL ALBERTI,MARINERO EN TIERRA.

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  7. LARA BAÑOS MUÑOZ



    Elegía del niño marinero


    Marinerito delgado,
    Luis Gonzaga de la mar,
    ¡qué fresco era tu pescado,
    acabado de pescar!


    Te fuiste, marinerito,
    en una noche lunada,
    ¡tan alegre, tan bonito,
    cantando, a la mar salada!


    ¡Qué humilde estaba la mar!
    ¡Él cómo la gobernaba!
    Tan dulce era su cantar,
    que el aire se enajenaba.


    Cinco delfines remeros
    su barca le cortejaban.
    Dos ángeles marineros,
    invisibles, le guiaban.


    Tendió las redes, ¡qué pena!,
    por sobre la mar helada.
    Y pescó la luna llena,
    sola, en su red plateada.


    ¡Qué negra quedó la mar!
    ¡La noche, qué desolada!
    Derribado su cantar,
    la barca fue derribada.


    Flotadora va en el viento
    la sonrisa amortajada
    de su rostro. ¡Qué lamento
    el de la noche cerrada!


    ¡Ay mi niño marinero,
    tan morenito y galán,
    tan guapo y tan pinturero,
    más puro y bueno que el pan!


    ¿Qué harás, pescador de oro,
    allá en los valles salados
    del mar? ¿Hallaste el tesoro
    secreto de los pescados?


    Deja, niño, el salinar
    del fondo, y súbeme el cielo
    de los peces y, en tu anzuelo,
    mi hortelanita del mar

    Rafael Alberti,Marinero en Tierra.

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  8. David Bautista

    Sobre los ángeles-------------Rafael Alberti

    Paraíso perdido

    A través de los siglos,
    por la nada del mundo,
    yo, sin sueñó, buscándote.
    Tras de mí, imperceptible,
    sin rozarme los hombros,
    mi ángel muerto, vigía.
    "¿Adónde el Paraíso,
    sombra, tú que has estado?"
    Pregunta con silencio.
    Ciudades sin respuesta,
    ríos sin habla, cumbres
    sin ecos, mares mudos.
    Nadie lo sabe. Hombres
    fijos, de pie, a la orilla
    parada de las tumbas,
    me ignoran. Aves tristes,
    cantos petrificados,
    en éxtasis el rumbo,
    ciegas. No saben nada.
    Sin sol, vientos antiguos,
    inertes, en las leguas
    por andar, levantándose
    calcinados, cayéndose
    de espaldas, poco dicen.
    Diluidos, sin forma
    la verdad que en sí ocultan,
    huyen de mí los cielos.
    Ya en el fin de la tierra,
    sobre el último filo,
    resbalando los ojos,
    muerta en mí la esperanza,
    ese pórtico verde
    busco en las negras simas.
    ¡Oh boquete de sombras!
    ¡Hervidero del mundo!
    ¡Qué confusión de siglos!
    ¡Atrás, atrás!¡Qué espanto
    de tinieblas sin voces!
    ¡Qué perdida mi alma!
    "Ángel muerto, despierta.
    ¿Dónde estás? Ilumina
    con tu rayo el retorno."
    Silencio. Más silencio.
    Imóviles los pulsos
    del sinfín de la noche.
    ¡Paraíso Perdido!
    Perdido por buscarte,
    yo, sin luz para siempre.

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  9. Patricia Gonzalez Gonzalez

    Calles y sueños de Federico García Lorca
    Ciudad sin sueño
    Nocturno de Brooklyn Bridge


    No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
    No duerme nadie.
    Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
    Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
    y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
    al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.

    No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
    No duerme nadie.
    Hay un muerto en el cementerio más lejano
    que se queja tres años
    porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
    y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
    que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.

    No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
    Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
    o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
    Pero no hay olvido, ni sueño:
    carne viva. Los besos atan las bocas
    en una maraña de venas recientes
    y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
    y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.

    Un día
    los caballos vivirán en las tabernas
    y las hormigas furiosas
    atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.

    Otro día
    veremos la resurrección de las mariposas disecadas
    y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
    veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
    ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
    A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
    a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
    o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
    hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
    donde espera la dentadura del oso,
    donde espera la mano momificada del niño
    y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.

    No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
    No duerme nadie.
    Pero si alguien cierra los ojos,
    ¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
    Haya un panorama de ojos abiertos
    y amargas llagas encendidas.
    No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
    Ya lo he dicho.
    No duerme nadie.
    Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
    abrid los escotillones para que vea bajo la luna
    las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

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  10. Belén Daroca Romo

    VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN


    Vientos del pueblo me llevan,
    vientos del pueblo me arrastran,
    me esparcen el corazón
    y me aventan la garganta.

    Los bueyes doblan la frente,
    impotentemente mansa,
    delante de los castigos:
    los leones la levantan
    y al mismo tiempo castigan
    con su clamorosa zarpa.

    No soy de un pueblo de bueyes,
    que soy de un pueblo que embargan
    yacimientos de leones,
    desfiladeros de águilas
    y cordilleras de toros
    con el orgullo en el asta.
    Nunca medraron los bueyes
    en los páramos de España.
    ¿Quién habló de echar un yugo
    sobre el cuello de esta raza?
    ¿Quién ha puesto al huracán
    jamás ni yugos ni trabas,
    ni quién al rayo detuvo
    prisionero en una jaula?

    Asturianos de braveza,
    vascos de piedra blindada,
    valencianos de alegría
    y castellanos de alma,
    labrados como la tierra
    y airosos como las alas;
    andaluces de relámpagos,
    nacidos entre guitarras
    y forjados en los yunques
    torrenciales de las lágrimas;
    extremeños de centeno,
    gallegos de lluvia y calma,
    catalanes de firmeza,
    aragoneses de casta,
    murcianos de dinamita
    frutalmente propagada,
    leoneses, navarros, dueños
    del hambre, el sudor y el hacha,
    reyes de la minería,
    señores de la labranza,
    hombres que entre las raíces,
    como raíces gallardas,
    vais de la vida a la muerte,
    vais de la nada a la nada:
    yugos os quieren poner
    gentes de la hierba mala,
    yugos que habéis de dejar
    rotos sobre sus espaldas.
    Crepúsculo de los bueyes
    está despuntando el alba.

    Los bueyes mueren vestidos
    de humildad y olor de cuadra:
    las águilas, los leones
    y los toros de arrogancia,
    y detrás de ellos, el cielo
    ni se enturbia ni se acaba.
    La agonía de los bueyes
    tiene pequeña la cara,
    la del animal varón
    toda la creación agranda.

    Si me muero, que me muera
    con la cabeza muy alta.
    Muerto y veinte veces muerto,
    la boca contra la grama,
    tendré apretados los dientes
    y decidida la barba.

    Cantando espero a la muerte,
    que hay ruiseñores que cantan
    encima de los fusiles
    y en medio de las batallas.

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  11. Pilar Magro Nogales

    Casa Bernarda Alba (Tercer acto)

    (Se oye un silbido y Adela corre a la puerta, pero Martirio se le pone delante.)

    Martirio: ¿Dónde vas?
    Adela: ¡Quítate de la puerta!
    Martirio: ¡Pasa si puedes!
    Adela: ¡Aparta! (Lucha.)
    Martirio:(A voces.) ¡Madre, madre!
    Adela: ¡Déjame!

    (Aparece Bernarda. Sale en enaguas con un mantón negro.)

    Bernarda: Quietas, quietas. ¡Qué pobreza la mía, no poder tener un rayo entre los dedos!
    Martirio: (Señalando a Adela.) ¡Estaba con él! ¡Mira esas enaguas llenas de paja de trigo!
    Bernarda: ¡Esa es la cama de las mal nacidas! (Se dirige furiosa hacia Adela.)
    Adela: (Haciéndole frente.) ¡Aquí se acabaron las voces de presidio! (Adela arrebata un bastón a su madre y lo parte en dos.) Esto hago yo con la vara de la dominadora. No dé usted un paso más. ¡En mí no manda nadie más que Pepe!

    (Sale Magdalena.)

    Magdalena: ¡Adela!

    (Salen la Poncia y Angustias.)

    Adela: Yo soy su mujer. (A Angustias.) Entérate tú y ve al corral a decírselo. Él dominará toda esta casa. Ahí fuera está, respirando como si fuera un león.
    Angustias: ¡Dios mío! Bernarda: ¡La escopeta! ¿Dónde está la escopeta? (Sale corriendo.)

    (Aparece Amelia por el fondo, que mira aterrada, con la cabeza sobre la pared. Sale detrás Martirio.)

    Adela: ¡Nadie podrá conmigo! (Va a salir.)
    Angustias: (Sujetándola.) De aquí no sales con tu cuerpo en triunfo, ¡ladrona! ¡deshonra de nuestra casa!
    Magdalena: ¡Déjala que se vaya donde no la veamos nunca más!

    (Suena un disparo.)

    Bernarda: (Entrando.) Atrévete a buscarlo ahora.
    Martirio: (Entrando.) Se acabó Pepe el Romano.
    Adela: ¡Pepe! ¡Dios mío! ¡Pepe! (Sale corriendo.)
    La Poncia: ¿Pero lo habéis matado?
    Martirio: ¡No! ¡Salió corriendo en la jaca!
    Bernarda: No fue culpa mía. Una mujer no sabe apuntar.
    Magdalena: ¿Por qué lo has dicho entonces?
    Martirio: ¡Por ella! Hubiera volcado un río de sangre sobre su cabeza.
    La Poncia: Maldita.
    Magdalena: ¡Endemoniada!
    Bernarda: Aunque es mejor así. (Se oye como un golpe.) ¡Adela! ¡Adela!
    La Poncia: (En la puerta.) ¡Abre!
    Bernarda: Abre. No creas que los muros defienden de la vergüenza.
    Criada: (Entrando.) ¡Se han levantado los vecinos!
    Bernarda: (En voz baja, como un rugido.) ¡Abre, porque echaré abajo la puerta! (Pausa. Todo queda en silencio) ¡Adela! (Se retira de la puerta.) ¡Trae un martillo! (La Poncia da un empujón y entra. Al entrar da un grito y sale.) ¿Qué?
    La Poncia: (Se lleva las manos al cuello.) ¡Nunca tengamos ese fin!

    (Las hermanas se echan hacia atrás. La Criada se santigua. Bernarda da un grito y avanza.)

    La Poncia: ¡No entres!
    Bernarda: No. ¡Yo no! Pepe: irás corriendo vivo por lo oscuro de las alamedas, pero otro día caerás. ¡Descolgarla! ¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestirla como si fuera doncella. ¡Nadie dirá nada! ¡Ella ha muerto virgen! Avisad que al amanecer den dos clamores las campanas.
    Martirio: Dichosa ella mil veces que lo pudo tener.
    Bernarda: Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! (A otra hija.) ¡A callar he dicho! (A otra hija.) Las lágrimas cuando estés sola. ¡Nos hundiremos todas en un mar de luto! Ella, la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!

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  12. MANUEL CHAMORRO REGALADO.

    Jorge Guillén (Los aires)

    ¡Damas altas, calandrias!
    Junten su elevación
    algazara y montaña,
    todavía crecientes

    gracias a la mañana
    trémula del rocío,
    tan cándida y sin tasa,
    bajo el cielo inventor

    de distancias, de fábulas.
    ¡Libertad de la luz,
    damas altas, calandrias,
    lo rubio, lo ascendente!
    Sean así la traza,

    tan simple aún, clarísima,
    de las profundas Nadas
    gozosas de los aires,
    con un alma inmediata,

    sí, visible, total,
    ¡ah!, para la mirada
    de los siempre amadores
    ¡Damas altas, calandrias!

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  13. EDUARDO GUSTOS HIDALGO

    Poema Historia De Un Día En Tres Esquelas de Jacinto Benavente

    I

    Vergüenza me cuesta, pero has de perdonarme. Hoy no asistiré a la Junta. El motivo es pecaminoso. Justamente de cinco a siete tengo que ir a probarme unos vestidos a casa de Laura. Ya sabes lo que es ella; si pierdo mi turno, me deja desnuda este invierno. ¿Estoy perdonada? Bien lo merece mi franqueza. Pude inventar otro pretexto. Otra junta piadosa, la jaqueca, el dentista; pues no, me entrego en pleno delito de coquetería. Así puedes decírselo a las amigas, segura de que todas me absuelven. Me has dicho que la marquesa está expirando. ¡Pobre señora! Esta noche te veré en el Real. Hasta luego.

    II

    Mucho siento la mala obra, pero hoy me es imposible ir a probarme los vestidos. Precisamente de cinco a siete se reúne la Junta de Damas de la Honradez y el Trabajo, de la que soy secretaria, y no puedo faltar. Iré mañana a primera hora. No retrase, por Dios, los vestidos, el negro sobre todo, nuestra presidenta está expirando; y si se muere, no sé cómo voy a ir a los funerales.

    III

    De cinco a siete.

    De Cartas de mujeres

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  14. EDUARDO GUSTOS HIDALGO

    Histora de un día en tres esquelas (Jacinto Benavente)

    I

    Vergüenza me cuesta, pero has de perdonarme. Hoy no asistiré a la Junta. El motivo es pecaminoso. Justamente de cinco a siete tengo que ir a probarme unos vestidos a casa de Laura. Ya sabes lo que es ella; si pierdo mi turno, me deja desnuda este invierno. ¿Estoy perdonada? Bien lo merece mi franqueza. Pude inventar otro pretexto. Otra junta piadosa, la jaqueca, el dentista; pues no, me entrego en pleno delito de coquetería. Así puedes decírselo a las amigas, segura de que todas me absuelven. Me has dicho que la marquesa está expirando. ¡Pobre señora! Esta noche te veré en el Real. Hasta luego.

    II

    Mucho siento la mala obra, pero hoy me es imposible ir a probarme los vestidos. Precisamente de cinco a siete se reúne la Junta de Damas de la Honradez y el Trabajo, de la que soy secretaria, y no puedo faltar. Iré mañana a primera hora. No retrase, por Dios, los vestidos, el negro sobre todo, nuestra presidenta está expirando; y si se muere, no sé cómo voy a ir a los funerales.

    III

    De cinco a siete.

    De Cartas de mujeres

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  15. MARTES DE CARNAVAL ( VALLE INCLÁN)

    EL CAPITÁN.- No parece que el asesino se haya ensañado mucho. Con el primer viaje ha tenido bastante para enfriar a este amigo desventurado ¡ y la cartera la tiene encima! Esto ha sido algún odio.
    EL GENERAL.- Está intacto. No le falta ni el alfiler de la corbata.
    EL CAPITÁN.-Pes será que le mataron por una venganza.
    EL GENERAL.- Habrá que dar parte.
    EL CAPITÁN.- Dar parte trae consigo la explotación del crimen por los periódicos... ¡ U en verano, con censura y cerrada la plazuela de las Cortes! .. Mi General, saldríamos todos en solfa.
    EL GENERAL.- Es una aberración este régimen.
    ¡ La prensa en todas partes respeta la vida privada, menos en España! ¡ La honra de una familia en la pluma de un grajo!
    EL CAPITÁN.- Sería lo más atinente desprenderse del fiambre y borrar el rastro.


    Celia Márquez Rasero

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  16. AMPARO GOMEZ FERNANDEZ

    La luna vino a la fragua
    con su polizón de nardos.
    El niño la mira, mira.
    El niño la está mirando.
    En el aire conmovido
    mueve la luna sus brazos
    y enseña, lúbrica y pura,
    sus senos de duro estaño.
    —Huye luna, luna, luna.
    Si vinieran los gitanos,
    harían con tu corazón
    collares y anillos blancos.
    —Niño, déjame que baile.
    Cuando vengan los gitanos,
    te encontrarán sobre el yunque
    con los ojillos cerrados.
    —Huye, luna, luna, luna,
    que ya siento los caballos.
    —Niño, déjame, no pises
    mi blancor almidonado

    El jinete se acercaba
    tocando el tambor del llano.
    Dentro de la fragua el niño
    tiene los ojos cerrados.

    Por el olivar venían,
    bronce y sueño, los gitanos.
    Las cabezas levantadas
    y los ojos entornados.

    ¡Cómo canta la zumaya,
    ay, cómo canta en el árbol!
    Por el cielo va la luna
    con un niño de la mano.

    Dentro de la fragua lloran,
    dando gritos, los gitanos.
    El aire la vela, vela.
    El aire la está velando.

    FEDERICO GARCIA LORCA,ROMANCERO GITANO.

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