Sentarse. Y escribir. Y dejar que las ideas fluyan… como el agua, en una canilla, en un patio, en una casa, en un verano. Dejar que broten como aguas de un manantial. Dejar que caigan sobre el suelo, que golpeen fuertemente la superficie y salpiquen otras ideas. Y que sigan cayendo hasta inundar, y comiencen a rebalsar y abarcar más y más terreno. Dejar que poco a poco penetren la tierra y la ablanden para que deje de ser polvo seco y se convierta en arcilla maleable con la cual crear y construir. Dejar que la hagan tierra fértil, para que pueda nacer el pasto y la vida y que nazcan arboles y plantas y selvas y pájaros y monos y patos… sobre todo patos.
martes, 29 de septiembre de 2009
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