ANÁLISIS DEL FRAGMENTO DE DRÁCULA
Fragmento epistolar (subgénero narrativo) donde la voz narradora en 1ª persona es Van Helsing ("la hermosa joven se arrodilló y se inclinó sobre mí"), doctor audaz, dotado de una gran intuición y una inteligencia portentosa que acaba de descubrir que la enfermedad de Lucy no es sino que ha sido mordida por Drácula. la caracterización del personaje-narrador pasa por esa mezcla de creencia en lo sobrenatural a la vez que lo científico, como cuando dice "no hay duda de que existen los vampiros; algunos de nosotros tenemos evidencias de ello" o como cuando señala "no habría creído hasta que los hechos golpeaban en mi oído: ¡Míralo! ¡Lo probamos! ¡Lo estamos probando! "
La focalización es interna puesto que, a parte de narrador, se trata de un personaje de la novela. Al ser novela epistolar, la intriga se sustenta mejor en esta técnica narrativa según la cual conocemos los acontecimientos a la vez que sus propios personajes los protagonizan: "cómo podríamos comenzar nuestra liucha para destruirle? ".
Aunque narrado por distintos personajes -que se intercambian cartas-, el auténtico protagonista de la novela es el conde Drácula. De él ofrece Van Helsing, en este fragmento, un formidable retrato, para el que no duda en hacer uso de símiles (no muere como la abeja que ha punzado una vez...), metáforas que destacan su carácter animal (es una bestia..), hipérboles que acentúan su poder (su astucia es muy superior a la de los mortales...) y, cómo no, antítesis que denotan esa condición de ser entre la vida y la muerte (excitante y repulsiva, vida o muerte, en los cuerpos y en las almas...), rozando continuamente la paradoja a través de esa dualidad: se nos cerrarían para siempre las puertas del cielo.
La adjetivación profusa y retórica, característica de este periodo literario, va en consonancia con la pintura que aquí se hace del momento, el lugar y las circunstancias (repulsivo, muertos, ...), así como abundan los elementos demoníacos o agrestes (ratas, lechuzas, murciélagos, bestias, ...). Tal y como se espera de un relato de esta época, los hechos suceden de noche (pude ver a la luz de la luna...) y en un paisaje poco armonioso (tormenta, niebla, trueno...) .
El tono retórico, sobradamente figurado y altisonante del Romanticismo se deja ver en este pasaje en la gran cantidad de símiles (casi enumeración de elementos para decsribir a Drácula) y de interrogativas retóricas, que rompen la entonación enunciativa propia del relato tradicional (¿Cómo podemos decsubrir donde está? ¿Podemos abandonar? .
El protagonista de facto, Drácula, pasa por ser paradigma del Romanticismo: ser huidizo (¿Cómo podemos descubrir dónde está?), noctámbulo, audaz, poderoso, superior, que juega con la propia muerte y vive al margen de los convencionalismos sociales, tanto que se convierte en una amenaza para los demás(¿Cómo podríamos comenzar nuestra lucha para destruirle?"), al igual que sus homónimos Fausto, Frankestein, Dr. Jekylll o los españoles estudiante de Salamanca, Tenorio, D. Álvaro, el pirata o el reo de muerte de Espronceda o los monjes fantasmagóricos que cantan bajo la luna de Bécquer.
El hombre romántico está en pugna con el mundo (aquí personalizados en Van Helsing vs Drácula: estamos frente a frente con nuestro deber), y esa liberación suma del hombre romántico no llegará sino con la muerte. Por ello, de esa búsqueda del propio ser, de la propia identidad, y de la completa libertad se derivará que Drácula habite en los cementerios, en las ataúdes, en alta mar, en connivencia siempre con la propia muerte.
Romántico el protagonista (insatisfecho, apático, que se vuelve dañino para la sociedad convencional), romántico el escenario (un castillo húngaro, un cementerio) y románticos el lenguaje y el contenido (el mundo o yo), no queda sino que el pasaje pertenezca a un texto de este movimiento cultural de la primera mitad del XIX del que todavía hoy somos hijos.
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