En este divertido cuento relatado por Claudio Sánchez Albornoz se hace uso del estilo
indirecto, ya que el narradora refiere por sí mismo lo dicho por otros.
No sé si ustedes conocen un cuento andaluz en el que se refiere la pintoresca confesión de un gitano. Sintiéndose morir, pidió que viniera a confesarle el cura del pueblo.
El gitano penitente se acusó de diversos pecados, pero no de haber robado caballerías. El sacerdote prolongaba su interrogatorio, a la espera de que el enfermo llegase a aludir a su presumible flaqueza.
Pero como el gitano parecía ir a poner fin a su confesión sin acusarse de haberse apoderado de ningún animal, el confesor le dijo muy confidencialmente que si no se había llevado nunca a su
casa algún caballo o algún burro ajeno. Y el moribundo le respondió sin vacilar que ese era su oficio.